Vacío solar

Lo peor,
de morir
o de vivir
Mira esas altas flores
buscando lumbre solar
Lo peor del poema
que dejé de leer
o escribir
Es vivir a vida reseca
con la muerte a ciernes
con el cuerpo roto
morir entera
y no enterarse
Tragarse el último verso
La bala que viene del pecho
inesperado

Petite chose morte
se ha marchitado mi pecho
buscando el sol diamante

La palabra que resucita
       petit chose contente
estaba entre tus pétalos
en tu boca efímera
en tu risa tranquila
que no sabía del vacío solar.





Limadu
De Petit Enfant

Instante

Es medianoche o mediodía, un instante intermedio y tibio, lo cierto es que  las horas nunca me interesaron, salvo los instantes. Ahora, instante de subir a la escalera del bisabuelo y contemplar el cielo claro, las avecillas surcando el cielo  trinando graznando susurrando conversaciones que trato de comprender. Instante dos o veinte, restregarme el jabón duro entre los dedos y sentir como reblandece y se hace espuma igual que la espuma de mar llegando a mis tobillos y es que solo fui una vez a una playa y estaba llena de desperdicios y botellas plásticas, me senté entre unas rocas y escarbé con los pies la arena triste, las botellas me miraban desde lejos como obeliscos abandonados. Instante tres mil quinientos vida, observar, solo observar, plantas, tierra, césped, mala hierba y hierba buena creciendo en su conjunto en una comunidad pacífica. 
Nunca me importaron los humanos, solo las lombrices y los horas que puedo olvidar fácilmente.




- Liz sola -

Cada paso que doy





Cada paso que doy
arrastrando mi cadáver
Es para traicionarnos
Con el velorio que no tuvimos
No sé si arrastro mi cadáver o el tuyo
En todo caso
De algo estoy segura
Nunca fui sincera
Nací muda
Y si ahora hablo
Es sólo imitación de tus
Labios
Modulando el viento
Creando palabra viva
Que no debe ser repetida
Las verdades puras
Son las que nacen de tu centro



Liz sola.


Fotografía tomada por Limadu.
De Petit Enfant

A los astros se les adora de rodillas


Había entretejido una delicada flor
entre la naciente de un rayo de luz saltarina
y la noche más triste y postrada
De cabellos largos era mi amada
que nació de corpúsculo materia desolada
Diáfana como un beso
se entretejía mi flor
en el páramo de un planeta clausurado y seco
con una luz singular
que no logré encontrar en otras esferas.


Lucio Nárud del R.

Genio del púrpura manto

A Oscar Wilde.



Dientes vivos que tragamos
entre saliva, vino y espanto
pedruscones ebanados del ángel quimérico
al que le arrebataron la sonrisa



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En tu púrpura manto
fueron a fenecer mis ansias
de genio
Solo crecí pequeña
florecilla de lis
falsa como las lágrimas de mi padre
un lord de ojos falsos
Y confundí su dolor con el mío
Me acariciaba los pétalos
Con sus dedos de vidrio
                                 Y de Falso, Falso, Falso
Que olvidé que tu
púrpura manto
estaba diseñado
para criaturas auténticas
Y para aves de vuelo recto
Él me miraba
detrás de sus ojos de vidrio quemado
Y era mutante el universo
Puerta de madera
Y sillas pintadas de blanco descascarado
Lord Liebe
era un amor callejero
un cánido rey de compostura regia
Un lord que se asemeja a un
Liebe descascarado
Una perla en otros tiempos
Un diamante, ¡oh! un sollozo
Y yo le sollozaba en silencio
purpurina, versos y otros lamentos
Porque era de vidrio
y vidrio quemado
Y había perdido la púrpura capa
de genio alado
Y porque te había olvidado
Oh, pequeño mundo, él te había olvidado
La puerta de madera
cruelmente cerrada
Y las letras cómo bregaban
Muriéndo en su vomito
negra brea
de Falso,
Falso,
Falso
Y yo solo era una florecilla de lis
hija del inauténtico acabado
                                                        Sin postura
Sin capa/ sin castillo/ 
sin espada
Bregando con palabras ahogadas
Mientras colapsabamos
entre purpurina
Intoxicados
Muertos
Llorando y erguidos
Añorando, siempre añorando
el púrpura sueño
la realidad atravesada
de espanto
el orbe
agitado
de auténtico genio.










/Liz del R. Sin M. Sin D./






- Intro: Antes de asesinar el poeta te bautiza -

En nombre de los sesos floridos,
te bautizo con la miasma de las rosadas bugambilias
que sangran en los ojos de aquellos poetas pobres y enajenados que
caminan por la bahía del silencio
en búsqueda del nombre que no se pronuncia con los labios.




/Liz del R.
sin M. sin D./
Bang, baby!

Horada2
















Liz del R. sin M.
                         sin D.

Incinerar la estrella

Vamos a eclipsar el universo
Y a matar unas cuantas metáforas
A pintar a aquella estrella
Las puntas,
Recúbrelas de negro
Vamos a matar unas cuantas palabras,
Unos cuantos viajes,
Unas cuantas canas
Y observaremos en silencio el cielo
Mientras echamos al horno nuestras entrañas,
Nuestros intestinos,
Nuestros dientes,
A los bebes y sus pañales,
A cualquier idea inacabada
Vamos, olvídate de las estrellas consumidas por
ojos de animales óseos de muerte,
calcinados por un maldito infierno,
mira como se les salen los ojos, como várices los dedos
oprimen el alma que se les escapa, para volar a ninguna parte,
se funden en el polvo
Vamos, olvídate de la noche,
Del nombre de tus padres,
De ese vestido o terno que usaste anoche,
Todo se desgasta,
Todo es polvo y estrella,
Señal u olvido,
Pintemos pues
Nuestra inmensidad
Caducidad,
La línea de tus senos,
El baile de tus pasos que ronda la senda de la nada,
Tu inocencia de muchacho herido
Danza en el claro de luna del oscuro
Que se resplandece bajo
La estrella que barnizamos
De olvido.







Liz del R. Matta Durán.

No yo

No la criatura disléxica, agusanada
No la tierra de hormigas
No la caricatura de risa
No los pulmones hinchados de hadas
No los sesos cubiertos de hiel rosada,
No la rima frustrante,
estítica,
No los brazos curvados
de niños muertos,
de libros evangélicos,
No mi razón idiota,
No mi fe en los retretes que hablan
No mi corazón ardiendo
por...
No mi corazón ardiendo por...
No mi corazón ardiendo por..
No las siluetas arrancadas
No esta lengua que se traba
No esta lengua que se traba
No la repetición de días dentro de otros días,
dentro de otros días,
de no decir nada,
De no decir nada...




-  Liz del R. Matta Durán.  -





(Pintura de Guim Tió)

No diferencio nada de lo acabado

No diferencio nada de lo acabado,
mi ser es una confusa mezcla de extensiones irreales,
aquí hay un cordón de auriculares,
y una extremidad mal formada
con una masa cerebral, una medusa,
un orificio pequeño-boca- que me succiona,
las palabras me roen la médula ósea,
Tu cuerpo, blando estéril, podría ser el mío.
Yo solo muerdo, muerdo,
Aquellas parras, ¿las ves?
Son mis cabellos
Aquella noche, las estrellas,
funeral de un precipicio que no diferencia
abismo de...
precipicio de...
muerte de..
Muerdo mi propia cola,
era gusano,
lo había olvidado,
era hormiga,
cíclope descabezado,
una enamorada sin corazón,
el vacío de...
el desmayo de...
el ahogo de...
No diferencio nada de lo acabado.








                                                           (Hans Bellmer - Die puppe)


Escribe: Liz del R. Matta Durán
O Limadu, como quieras.

Arte transgénico

Mirar la pintura y no la sangre,
absorber la vida
no ácaros,
no la nada,
no el silencio,
no el ahogo de los huesos nadando en tu cuerpo
Y tratar, siempre tratar de aparecer
con el listoncillo bien hecho
con los cordones bien puestos
con los dientes alineados
perfectos,
y claro,
eres pintura
Una de esas que se cuelgan a la entrada del baño,
una oda al excremento,
delicia esculpida,
tierra que se fermenta
delante de todos los pasajeros
Ahí está el crítico de arte,
el director de cine
y unos cuantos idiotas
vistiendo traje
Y te exhibes,
el garbo siempre puesto,
deleite de escenificación,
títere de teatro,
Y claro, en algún momento...
hueles los aromas del óleo putrefacto
Al aire en 3,2,1 
Sonríes
te rocías el perfume de néctar
te rocías un poco de ti mismo
hedor a rosa transgénica...
Y sigues actuando

Diario de la gris contenta

Anhelaba la planicie última con una necesidad imperante propia de un humano que ha vivido siempre entre escarpados y descensos. Pero no hay consuelo cuando se obtiene todo tan de repente o en la inconsciencia del adormecimiento del sueño, aunque he de admitir que no fue un sueño, fue succión, histerismo, jalarse de los cabellos y destrozo de materia, debilidad que se me pronosticó y con anticipación a la caída última posterior a la felicidad idiotizante de obtener la puesta de sol más brillante, la saciedad más molífica.
Solo fui un calambre de mis dedos, no fui yo, solo esa pequeña parte en la que me concentré: esa fui yo y nada más.

No hay despertar.
No hay aves celestes invadiendo/enverdeciendo el oscuro.
Sentada, vieja, acabada, le sonrío a las parras sin fruto y sonrío con la risa que se ha alejado del histerismo.


Aunque claro, todo es apariencia.

SELVA DULCE TRINIDAD








Estaba en la misma selva de la que había leído, esa con plantas palpitantes y flora de un verde eléctrico. No se distinguía ningún sonido en particular de tan fuertes y entremezcladas que aullaban toda la animalada exótica. Yo era Jane, la exploradora, claro, esto solo lo digo por darme un nombre porque en los sueños una se pierde y más aun si te tiran por el desaguadero y vas a parar a una selva tan horripilante por lo real que resulta.

Yo tenía que salvarlo o protegerlo, a la criatura rasguñada y gris, que estaba a la orilla del precipicio entre la selva y la desaparición del sueño, que da paso a la absoluta nada del coma cerebral.

Un menudo objeto me golpeó en las espaldas, la desesperación, inmensa, mientras luchaba por zafarme de lo desconocido, los colores, que dolían de tan penetrantes, los olores, hasta yo, repotenciado cada pequeño dolor, percepción, consciencia. Las ramas de los arboles me rasgaban por entero mientras daba vueltas tontas con el único afán de soltarme de lo que me atacaba… La cosa siseaba como serpiente, cascabel o juguete de niño. Cuando logré aprehenderlo ocultó la cabeza entre las finísimas patas de un plateado resplandeciente que más parecía barniz. La cabeza horrendamente  incrustrada en el cuerpo de una araña se estremecía por el esfuerzo, jadeaba. Ah, pero que hermosísima cabeza, tan simple y cubierta de vellocidad humana, baloncito, podría llevármela de trofeo de vuelta a casa. Pero como presintiendo la pronta derrota, desplegó las patas y de su boca escupió una asquerosa seda blanca, su baba me salpicó en el cuello y los brazos. “¡Argh!” mascullé dando manotadas de ahogada y bailamos el ritual de la lucha idiota entre la maleza.

El insectillo se me enredaba, cuanto más quería atraparlo, la seda se me adhería pegajosa a los dedos y no podía moverlos fácilmente para detenerlo. Las armoniosas patillas rascaban mi piel de cebolla, se me descascaraba, producto de sus babas, qué se yo, Jane estaba perdida, perdida, niño-araña gorjeaba letal, abandonándola al fin para ir a por la desprevenida criatura que tenía que proteger.

“¡¿Qué diablos te pasa?!”-le grité, acercándome a Jane- “¿que no ves que van a matarlo?” y la ayudé a liberarse de las telarañas mas estaba débil, no podía ponerse en pie. “¡Estúpida!”-la abofeteé- “¿prefieres yacer ahí en la tierra a proteger al grisáceo?”. “Es que ya no puedo más”, lloriqueó Jane, sorbiéndose los mocos. Ella era un desastre, decidí, y la abofeteé de nuevo, para cerciorarme de su fragilidad. Pequeña, haz de morir también, le sonreí dulcemente y Jane lloriqueó otro tanto, abrazando su blandura infantil, el pecho se le sacudía violento. Silbé, saqué el puñal del bolsillo de los pantalones raídos y le perforé el vientre. Jane calló y nos miramos, por un segundo, embelesadas. Era bella, pensé, de una manera horrible que debía fallecer. “Te amo”-sus labios temblaron por última vez y la besé con fiereza para no olvidarme nunca de ella, aunque irremediablemente lo haría, lo enfermo debe morir. Y corrí enloquecida hacia niño-araña. Iba retozante hacia el grisáceo. Las patitas parecían cantar una melodía en sintonía con la selva y los pájaros-rata que volaban nada más para dar la contraria a los peces-dinosaurio que devoraban flores.
¡Eah, tú!- troné
-¡Sal de mi camino, sssss!-la cabeza dio un giro de trescientos sesenta grados y su filosa mirada arácnida pasó raspando el viento hasta quebrarse en mi dirección.
La criatura, de pálido gris, nos contemplaba, los ojos idos y observándonos sin ver realmente, dio un paso más hacia el abismo. Yo temblé, espantada.Niño-araña siseó alegremente - ¿Lo ves? Ni siquiera hago falta yo. Solito se terminará matando, ssss – canturreó.

Yo no era más que dolor acumulado, ansiedad, selva enmarañada, invisibles lianas me oprimían las articulaciones, ¡Por qué, por qué! ¿Acaso la vida no es suficiente excusa para seguir viviendo?. Niño-araña se carcajeaba de lo lindo. Su extraña cabecita daba tumbos con cada cabriola de sus delgadas patas al caminar.

Limpié el puñal de mi sangre, la de Jane, y la lancé rectito apuntando a su cabeza. Le cayó en medio de los ojos. Parpadeó confuso – Pppero…pensé que me querías…también – siseó, la sangre lechosa se le escurría y ya no se podía diferenciar las lágrimas de su sangre de insecto. – Claro – le dije, me acerqué y le froté el pelaje. Y aprovechando la cercanía le clavé aun más hondo el puñal. Adiós.




Seguía callado cuando llegué a su altura. Su cuerpo desnudo no se inmutó ante mi presencia y continuó mirando el horizonte, como tragado por este.

Carraspeé para llamar su atención. El hermoso desolado, era esqueleto que se perdió en armadura humana y esta se le corroía por dentro, hasta podía percibir sus delgadas venas grises bregando por escapar de él mismo, paraje enfermizo y suciedad humana, eso era él. Debía protegerlo, debía, y no sabía cómo, porque yo también estaba cansada, Jane está cansada, niño-araña también.

Háblame, le pedí anhelante, háblame extraña criatura que muere, que tu vida se deslice por tus pétreos labios, sé céfiro por una vez antes que el tramontar del sol aniquile esta selva exquisita y esta tierras, antes que este sueño sea la verdad que se oculta bajo la piedra, para creer en sueños, puesto que ya nadie cree en la vida, háblame o aniquílame porque ya no queda nada, nada…

Mas continuó en su encierro de silencio y yo, titubeante extendí las manos y acuné su rostro, quise besarlo, hacerle daño o golpearlo con la suavidad de una pluma, no fuera que se desvaneciera en polvo y ácaros. Ya no más sueños, supliqué.

Y él me acunó el rostro, de la misma forma, sus dedos grises… Me acunó y su piel era vida entre mis manos muertas, y era criatura de carne y muerte, al igual que yo, que me destrozaba entero, pero no podía, no podía, con su inocencia absurda y su liviandad de hoja sin raíces.

Ah, la dulce muerte es como un sueño de miel que no se pudre nunca. Y busco la eternidad con una locura que desespera. Mi muerte persigue a otra muerte que sea en verdad infinita. Estoy tan cerca...

Sonríe silenciosa, sus promesas alzando vuelo por el arco de sus labios, este podría ser mi velorio, sus pestañas aletean cual heraldos del carpe mortem, despedida insignificante para la caída hacia lo más hondo.

Pero no, sus manos me sueltan - he ahí la verdadera despedida, libertad para el desprendimiento último - tantea el suelo musgoso, se arrastra por entre las minúsculas plantas, plagas de vida, todos deben morir. Oculta algo en sus bermejos dedos, la vegetación, ella misma un animal con dedos pétalos, un absurdo, un misterioso absurdo, en el espectáculo de esta fastuosa inmensidad verde. Creo que voy despertando.

Mi mano acaricia la roca, y está tan despierta como las manchas de sus ojos fallecidos en triste mortaja humana. Los segundos cabalgan en sinfonía descontrolada, la selva es violenta, la selva es muerte y destrucción, mi pecho palpita, las plantas, los pájaros-rata, la maleza, el verde es un verde violento que carcome y que hiere y se me hace insoportable toda mi existencia, cada músculo, que está mal colocado, mis órganos pujando por salírseme y debo arrancarlo todo, de raíz, a mí, a la pus, a lo falso que es hiel que se exhibe en colmena de abejas. Ahhhh, el momento ha llegado, mi voluntad es una histérica dictadora en un organismo que no evoluciona y claro, debía salvar a la gris criatura que succiona mi sueño. Cuando trato de acariciarlo, me encuentro acariciando mi propio rostro desmadejado, pavoroso, aterrador y en una mano llevo oprimida una roca que me grita una epopeya ridícula y bizarra. La angustia y la alegría crecen y decrecen en combativa pujanza una contra otra ahorcándome, la hora, es la hora, grita la selva, caos de verde y el peso de la roca es más que el de mi brazo pero yo la impacto contra mi rostro y se me escurre la savia podrida que llevaba dentro, se me  hace añicos la cara. Alrededor se escuchan los graznidos de los cuervos agitados por el despertar de la noche y la noche entra por mis ojos en un frenético ahogo y ahora lo veo todo claro, la selva con sus esqueletos de árbol y el gran desierto tragándose las plantas y los peces-dinosaurio comiéndose a sí mismos. Me golpeo, otra vez, la roca destruyéndome los huesos faciales, el tabique, los labios, las corneas ruedan al abismo. Y una risa trastornada lo invade todo, la risa, que no viene de mí, me envuelve y me enseña el abismo, el abismo , el último cobijo, residuo de lo supremo, del hundimiento del fuerte. Y me lanzo a él, a grisáceo, yo soy él, soy Jane, tocando fondo, la caída libre destrozando mi cuerpo y ya no hay nada que me detenga, ni el mismo abismo, porque yo soy abismo y se me ha perdido el nombre en algún momento de la historia. Y cuando llego a lo más oscuro, la muerte más perfecta, me surgen nuevos ojos. No, ya no estoy cayendo, trino, vuelo, esto era volar… La espalda se me retuerce y me nacen unas extrañas membranas de ellas, plumajes negros, soy un ave, y ya no caigo más, no me duelo más, no, vuelo con la melodía destructora de la noche que se transforma en día…Y ya puedo contemplar el sol poniéndose en lo alto del firmamento.







 Escribe: Liz R. Matta Durán


Amor de senos grandes

Amor de senos grandes (archivo pdf, abrir)

Caminé bajo el muérdago blanco, deshojado, tan ridículo como una patada al estómago y como yo mismo, la añoranza maldita, maldita sea, los dedos se me entrecruzaban de esperar qué sé yo, esperaba que apareciera en ese mismo instante y zarandearla fuerte hasta dejarle marcas como mariposas revoloteantes en los hombros - a ver si podía luchar contra signos dulces – y también abofetearla a besos. Mi amor es obsceno, como una vaca lamiendo a una tortuga, enamorada hasta el tuétano. Pero ella no venía, nunca hay que confiar en mujeres de senos grandes, ni siquiera era bonita. Ya no sabía nada, me desesperaba. Quería arrancar el muérdago de raíz y volverme vacío, como el rojo enfermo de la sangre que me brota cada vez que me corto el tallo de los brazos. No, nadie ve nada, nunca nada, solo me importa la chica de los senos grandes. Te amo, le dije. Cuál será su nombre, pero yo le puse Juanilla en mi mente. Sí, Juanilla, pastorcilla domadora de ovejas, quiéreme porque tengo lana y sumisión y rareza arcaica. Me voy perdiendo, perdiendo…Juanilla, bonita, aparece de una puta vez, el muérdago, el muérdago nos ha conminado a estar aquí y juntos. Porque eres animal de monte y yo quiero tus montañas y abrirme ruta en tu carne putrefacta.
Te crees linda, animalita, te vi caminar junto a la estación de tren meneando el pelo al viento. ¿Y sabes?, no hay mentira en las plantas, yo que soy druida y medio loco y por loco, cuerdo, lo sé todo de la copulación de ojos y de los destellos de dientes que prometen mordidas sexuales. Y tú me prometiste todo eso mientras acariciabas tu pelo azabache sin miedo al tiempo que te teñirá de canas gratis y sin darte vuelto.
Jumento y todo, te quise con el histerismo de mis partes bajas estremecidad y te dije despacito, despacito, que el muérdago y yo aguardaríamos el eco de tus pasos y a tu figura misma, arcilla de estambre, totalidad vacía sonrojada y a tus truenos de pedazo de cielo a eso de las cuatro de la tarde, a eso de las horas sin nombre ni número.
Qué extraño, criatura, no apareces. Sigo dando vueltas al parque y mis zapatos ajustan mi cuerpo, no solo mis pies, ajustan a mi alma, si tengo una, pero no, me llamaste locoestúpido, qué miras. Cariño, te miro a ti, a la parálisis de ... (...)
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Amor de senos grandes

Fiera

La Fiera

Era fiera desde su nacimiento
Pero en algún momento decidió sentirse humana
Y se le dio por vestirse de muchacha indefensa
Lazos, faldas, maquillaje y piel de nácar,
Era un camaleón,
Dama animal de cabellos largos
Sintiose entonces indefensa
Fiera en rojo traje de terciopelo
Piel de alabastro y nácar,
Jugaba a ser indefensa
Y poco a poco
Fue olvidando las garras,
Entonces se convirtió en mujer casada
Preciosa casa recubierta de oro macho
Y una extrañas verjas de hierro
Fiera se olvidaba
Fiera se olvidaba
Las garras ocultas en esmalte blanco
Perlas rodeando el cuello
Ella entonces optó por jugar a ser madre

Y jugó tanto tiempo
Tanto tanto tiempo
Meciendo a la criatura de estambre
Ella ataviada de madre
Mandil azul a cuadros, suciedad en los dedos,
el cabello un desastre
Bebe lloraba en sus brazos
Ah, pero ella jugaba a ser madre
Encerrada en su residencia
de verjas de hierro,
Ah, cómo jugaba a ser madre
Bebe lloraba y madre lloraba en sueños

Macho encendía la tele para acallar a ambos
Ah, pero como lloraban aquellos,
Humano de nacimiento,
optó por convertirse macho,
Brazos fuertes le crecieron,
Bajo un traje se ocultaron,
Preparóse en el liceo, arduo esfuerzo y un trabajo,
Era un camaleón
Hombre bestia de zancos largos,
Sintióse entonces macho macho,
Cuerpo recio, patadas fuertes, burócrata ignorante,
Jugaba a ser Señor Tirano,
Y poco a poco
fue olvidando los modales
Entonces cogió a una dama muy hermosa
Y la hizo su esposa
Una cárcel a su cosa,
Para asegurar el matrimonio y la progenie
Golpes de diamante iban y pasaban
Y luego un grillete en el cuello,
La tenía bien domada.
Tirano se olvidaba
Tirano se olvidaba
Finalmente se encogió de hombros
El humano se convirtió en sombra.

Animala de nacimiento
Se pulió las garras en algún momento,
Ah, pero cómo brillaban estas afiladas,
Se le dio por sentirse realizada,
Garras, dientes bien limados,
Libros, estudios y un desarrollado intelecto,
Era fiera entre las fieras, melena ondulada al viento,
Sintióse entonces poderosa
Vistiose luego en traje humano,
Camuflando su reflejo,
Piel de alabastro y fiera,
Jugaba a ser ella, fiera-humana,
Humana-fiera,
Y poco a poco adquirió más destrezas,
Entonces obtuvo ambiciones y demás riquezas,
Preciosa jungla por guarida,
Y libertad en muchas lianas
Fiera era fiera
Y cada día lo recordaba
Y cada día lo recordaba
Finalmente optó por compartir su idiosincrasia

Don Tirano la observaba,
Extraño animal de zarpas extendidas,
Ah, cómo la quiso para su madriguera,
Otro objeto del que ser dueño
Se relamía el hocico, levantaba las orejas,
El puño siempre firme despegó hacia la fiera
Pero de un zarpazo empujó Fiera a Tirano
hacia el barranco,
Ah, cómo caía ahora la bestia
Y cómo aullaba, el desgraciado
Cómo aullaba,
Cómo aullaba.
La jungla entera celebraba
Vítores y juegos se esparcieron a lo lejos,
Fiera adoctrinaba a los más pequeños,
Madres, niños la seguían muy de cerca,
Les enseñaba a cómo usar las garras,
Asaz destrezas enseñaba.
Y nuevas junglas fueron descubiertas
Y Fiera y fieras, juntos, las conquistaban.

Fin



_______
Liz R.Matta Durán

Animal de silencio

Ser
      animal de silencio
Absorber... entre ácaros y polvo muerto
la melodía de la radiación
filtrándose por el tragaluz de la vieja casahuerta
calcinando y bendiciendo poros,
labrando nuevos surcos entre estos
donde cosechar años nuevos
y acaso un cáncer de piel
y un racimo de vid perlado de gusanos
Callar entonces el castañear de los dientes
y los dedos con parkinson
Entregarse incluso ahí
a la contemplación de las motas de polvo muerto
y a las veladas sinfónicas de los corpúsculos nacientes,
devoradores de lo insano.

__________
Liz R. Matta Durán

Poema sin nombre ni sexo

Porque pude ser macho,
habitanta o habitante de Marte,
planta, o carne inconsciente,
río o vestigio de hueso,
religioso o narcisista impúdico
de las malas artes del exhibicionismo,
me nací de un seno estrecho
para olvidarme de las horas de muerte
me parí yo misma
yo mismo
sin distinción de sexo
O estirpe
Me parí de un solo golpe
Sin masa cerebral
para no sufrirme
Para olvidarme

Los sin nombre

Andaba por la calle R. , y es que había adquirido un amor tan fuerte que  inmediatamente me habían expatriado a la ciudad de los sin nombre, basta decir con esto que ni teníamos autoridades ni gobernantes en esta zona y la pura sobrevivencia era el modo de vida adaptado a fuerza. Solo nos llegaba material en descomposición de la capital y algunos cuantos productos que si por casualidad estaban en buen estado eran objeto de sangrientas peleas entre los demás expatriados.
Caminar por cualquier cuadra era demasiado peligroso y desde siempre había detestado los golpes y por consiguiente cualquier clase de conflicto, es por eso que momentáneamente me había hecho un espacio entre las cajas destrozadas y apestosas de la calle R.
-Eh, tú, ¡que la calle R. es mía!
Unos escuálidos dedos me oprimían sin fuerza el antebrazo, obviamente le habían quitado el chip de género pues no se le distinguía ni mujer ni hombre
-Disculpe, no lo sabía, soy un recién llegado. Pero si me permite quedarme podemos compartir el almohadón - me ofrecí solícito mostrándole la valiosa captura que había hurtado de los basurales.
-Ah, pero qué maravilla- sus dedos llenos de mugre se apresuraron a coger el material. Se lo frotó por la cara como si de seda se tratara.
Acepté el posterior silencio del andrajoso o andrajosa como una bienvenida a compartir el territorio.
Los días consecutivos a este episodio se desarrollaron en una enfermiza rutina que me recordaron a mis buenos tiempos en la capital, aunque claro, si lo pensara más a fondo tendría que aceptar que la única diferencia palpable entre mi existencia anterior y ésta era la limpieza. Habitaciones acondicionadas de acuerdo al cargo de cada sujeto, a la posición jerárquica y al beneficio que pudiera extraer el gobernador de uno.
No es que pasara carencia alguna como para decidir ser parte de los sin nombre, es más poseía un rango de suma importancia, era un político de renombre y prestigio, la mano derecha de Señora O., la gobernadora indiscutible del país puesto que su marido era un enclenque de hábitos sospechosos, tenía una asquerosa afición por los juegos y la estupidez. Se suponía que por eso se había hecho del gobierno, a los ciudadanos les fascinaba las historias truculentas que se publicaban quincenalmente en las revistas y periódicos, además en la etapa de elecciones habían pasado tantas notas de los anteriores romances del actual Gobernador de pacotilla con celebridades del momento, incluso había participado en un reality show televisivo con lo que se ganó la aprobación de la mayor parte del país.
La gobernadora O. fue por supuesto la que se hizo cargo de la gestión y yo me impliqué aun más en el ámbito político ayudándola en todo lo que fuera necesario.
Era respetado y eso me bastaba. Una vez llegué a escupir a uno de los secretarios de Señora O. por contradecirla en un tema bastante superfluo. El desdichado se echó a llorar como un niño.
Cabe recalcar que con el mencionado episodio me gané la total confianza de la Señora O. y pude obtener un cambio de domicilio al prestigioso Distrito Rendición, solo vivía allí la gente más ilustre. Enormes edificios que desafiaban las nubes se alzaban relucientes. Se me asignó en aquel entonces la habitación 90030 que tenía una vista panorámica al mar y asistencia humanoide como correspondía a mi nueva posición de mano derecha de la Gobernadora.
Se me ordenó desde luego un cambio de programación de apariencia física que resultara acorde con los integrantes de la Casa Luminosa, desde donde se emitían los proyectos de ley y demás cuestiones de suma importancia.
Era cuestión de imagen pública que todos los miembros del Estado se sometieran al cambio de apariencia , una medida puesta en práctica desde hacía tres siglos.
El señor Martinez era un claro ejemplo de lo drástico que podía ser el cambio, el había llegado a ser parte de la Casa Luminosa al mismo tiempo que yo, un hombre de descuidados cuarenta y cinco años que se veían reflejados en sus cabellos salpicados de grasientas canas nada favorables. Cuando reapareció, después de la nueva programación, lucía una piel radiante de quinceañero y el pelo negro ondulado y brillante, incluso le habían aumentado la estatura y estilizado las facciones de campechano. Ya no parecía él mismo.
En los días siguientes olvidé su rostro entre cientos de rostros iguales.

La Señora O. era la que usualmente presidía la sala de reuniones de gobernación, nosotros nos sentábamos en un semicírculo en asientos revestidos de cuero negro, solo cuando las cadenas televisivas venían a grabar sus tonterías era cuando Señora O. cedía su puesto para que su marido ejerciera al menos su cargo delante de las cámaras.
De más está decir que ni bien se retiraban los reporteros, abucheabamos al cretino ese, para complacencia de la Señora O. Sentía yo una especie de secreta satisfacción al maltratar al zoquete que se desmoronaba producto del alcohol ingerido. A veces la Gobernadora me dirigía una mirada afectuosa y se me encandilaba la sangre.
Recuerdo claramente que fue un día martes que terminamos la sesión a una hora temprana, los demás integrantes de la bancada del gobierno vigente se retiraban cuando me demoré un poco más de la cuenta ordenando unos documentos en el visor holográfico. La Señora O, tampoco se había retirado aún de la sala, estaba sentada en una postura regia, trataba de ignorarla haciendo acopio de mi más respetuoso silencio cuando se me acercó.
-Señor Rivera, buen cambio el que se ha operado en usted desde la reprogramación- a una distancia no menor de tres palmas me observaba expectante.
-Fue un cambio necesario - dije, medio avergonzado, había supuesto que el arreglo sería innotorio.
-Oh, no se inhiba, todos lo recibimos en algún momento de nuestra vida. Me sorprende que no haya pedido también un cambio en sus genes, está muy de moda desde que se aprobó la norma pro - modificación de genes.
Me sobé incómodo el frondoso cabello color caoba, ahora me arrepentía de haber ocultado mi calvicie con tanto pelo artificial.
-Ehhh... Lo meditaré - farfullé.
-Estupendo. Me supongo entonces que aprueba las modificaciones desde todo punto de vista. Me alegra eso, Señor Rivera, ha probado ser apto para realizar una importantísima misión en pro del Estado.
La Gobernadora O. tomó asiento inmediatamente y encendió el panel holográfico. Una increíble cantidad de palabras extrañas y dibujos de jeringuillas se extendió delante de nosotros.
Estaba realmente sorprendido.
-Primero asegúrese de cerrar la puerta. La conversación que tendremos es de suma relevancia.
Obedecí en el acto y fui a pasarme a su costado.
- Hay un laboratorio no registrado en la clínica B. que queda a cinco cuadras de la avenida Rendición - Me mostró unos planos tridimensionales de la construcción- Como ya sabe , la modificaciones a los genes se aprobó hace unos diez años, antes de mi gobierno.(...)
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Falta continuación.
-Sí, por supuesto, es algo conocido.
-Ahora bien, la parte confidencial del asunto es que desde hace ya más de un siglo hemos estado alterando genes de la población en favor del Estado. Debe saber que todo es a favor del Estado y sus ciudadanos. No puedo revelarle ahora qué tipo de modificación se ha operado en la comunidad punto que sería una violación a la confidencialidad del proyecto, que como ya debe entender , ha servido para obtener una convivencia pacífica a nivel mundial.
-Claro, claro,entiendo...
-Perfecto, entonces pasaré a explicarle su papel en lo que respecta a esta empresa. Hemos detectado éste laboratorio hace unos pocos días

Recomenzar

Matar a las musas,
Matar a los cuentos,
Matar por último al destino,
A aquellos rumiantes de cuatros extremidades,
Matar a todo aquello que represente producto masculino,
Y recomenzar siendo hembra,
Siendo vida,
Muerte,
Planta,
Ciencia,
Progreso...





Exhalo humanos

Exhalo humanos
            espinas retorcidas
El túnel
            Oh, el túnel, túnel
Boca de gusano
Por donde se desliza la vida
            Por donde se desliza la muerte
Gastritis intensa,
            On, el túnel, túnel
Cubierto de reflujo humano,
Viscosidades de insecto putrefacto,


Exhalo humanos
             Oh el tunel, túnel
             Oh, canción de polución.





Escribe: Liz Matta Durán