Papiro Ebers/ión



                                                                       
                                                                                        (Papiro Ebers - Egipto)
                                                  


Cada tarde, a las tres en punto, momento exacto en el que la misma avecilla de pecho ensangrentado se posa en la parra caída que colinda con mi ventana, cascabelillo que trina, yo me siento y los dedos sucios del día que no adquirió forma, tiemblan y escriben, desescriben, la avecilla se pierde y la habitación en el punto exacto de ebullición solar, también tiembla, se arruga y desaparece de la pupila oscura de una mujer sin rostro, humanidad, le dicen. Parpadeo, el peso de mi cuerpo es el peso de la casa y de la alfombra celeste que se extiende allá muy lejos, y pienso, debiéramos estar arriba, porque arriba es el suelo, y este abajo, piso de plásticos y cemento, agobia.
Nunca llego a escribir nada, el pájaro es un cuervo, la letra es un grito, y mi cabeza estalla. Aneurisma, dicen. Pero como sea, todo vuela, a través de la ventana, con las piernas que son alas y los ojos que son pozos negros, las palabras se confunden, y a veces, solo a veces, logro olvidarme del dolor, de la ciática, de mi médula espinal chueca, y de que unas cosas son y otras no.
Hago una bolita con el papel en blanco y sí, te recuerdo
La poesía es aquella masa amorfa, aquel papel arrugado con la forma de tu cabeza devastada y sonora.
No he creado más que esta línea de texto en la que puedo desdecirme una y otra vez.
Estoy postrada, muriendo, poesía, y no me salvas       el mundo no me aplasta       las letras no resuenan      niños muertos de hambre recibieron al final el pan que no se acaba. Yo los observo estremecida de estatismo y cada uno de ellos va cayendo lento como una palabra mal dicha y borrada por el viento      tu cabeza, recuerdo que abandono, aleteo tránsfuga de risa sonora, tu cabeza es un papel arrugado de cincuenta años de tinta seca y papiro de Egipto
Yo, vieja y postrada, te recuerdo.





Liz Matta Durán