Fiera

La Fiera

Era fiera desde su nacimiento
Pero en algún momento decidió sentirse humana
Y se le dio por vestirse de muchacha indefensa
Lazos, faldas, maquillaje y piel de nácar,
Era un camaleón,
Dama animal de cabellos largos
Sintiose entonces indefensa
Fiera en rojo traje de terciopelo
Piel de alabastro y nácar,
Jugaba a ser indefensa
Y poco a poco
Fue olvidando las garras,
Entonces se convirtió en mujer casada
Preciosa casa recubierta de oro macho
Y una extrañas verjas de hierro
Fiera se olvidaba
Fiera se olvidaba
Las garras ocultas en esmalte blanco
Perlas rodeando el cuello
Ella entonces optó por jugar a ser madre

Y jugó tanto tiempo
Tanto tanto tiempo
Meciendo a la criatura de estambre
Ella ataviada de madre
Mandil azul a cuadros, suciedad en los dedos,
el cabello un desastre
Bebe lloraba en sus brazos
Ah, pero ella jugaba a ser madre
Encerrada en su residencia
de verjas de hierro,
Ah, cómo jugaba a ser madre
Bebe lloraba y madre lloraba en sueños

Macho encendía la tele para acallar a ambos
Ah, pero como lloraban aquellos,
Humano de nacimiento,
optó por convertirse macho,
Brazos fuertes le crecieron,
Bajo un traje se ocultaron,
Preparóse en el liceo, arduo esfuerzo y un trabajo,
Era un camaleón
Hombre bestia de zancos largos,
Sintióse entonces macho macho,
Cuerpo recio, patadas fuertes, burócrata ignorante,
Jugaba a ser Señor Tirano,
Y poco a poco
fue olvidando los modales
Entonces cogió a una dama muy hermosa
Y la hizo su esposa
Una cárcel a su cosa,
Para asegurar el matrimonio y la progenie
Golpes de diamante iban y pasaban
Y luego un grillete en el cuello,
La tenía bien domada.
Tirano se olvidaba
Tirano se olvidaba
Finalmente se encogió de hombros
El humano se convirtió en sombra.

Animala de nacimiento
Se pulió las garras en algún momento,
Ah, pero cómo brillaban estas afiladas,
Se le dio por sentirse realizada,
Garras, dientes bien limados,
Libros, estudios y un desarrollado intelecto,
Era fiera entre las fieras, melena ondulada al viento,
Sintióse entonces poderosa
Vistiose luego en traje humano,
Camuflando su reflejo,
Piel de alabastro y fiera,
Jugaba a ser ella, fiera-humana,
Humana-fiera,
Y poco a poco adquirió más destrezas,
Entonces obtuvo ambiciones y demás riquezas,
Preciosa jungla por guarida,
Y libertad en muchas lianas
Fiera era fiera
Y cada día lo recordaba
Y cada día lo recordaba
Finalmente optó por compartir su idiosincrasia

Don Tirano la observaba,
Extraño animal de zarpas extendidas,
Ah, cómo la quiso para su madriguera,
Otro objeto del que ser dueño
Se relamía el hocico, levantaba las orejas,
El puño siempre firme despegó hacia la fiera
Pero de un zarpazo empujó Fiera a Tirano
hacia el barranco,
Ah, cómo caía ahora la bestia
Y cómo aullaba, el desgraciado
Cómo aullaba,
Cómo aullaba.
La jungla entera celebraba
Vítores y juegos se esparcieron a lo lejos,
Fiera adoctrinaba a los más pequeños,
Madres, niños la seguían muy de cerca,
Les enseñaba a cómo usar las garras,
Asaz destrezas enseñaba.
Y nuevas junglas fueron descubiertas
Y Fiera y fieras, juntos, las conquistaban.

Fin



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Liz R.Matta Durán

Animal de silencio

Ser
      animal de silencio
Absorber... entre ácaros y polvo muerto
la melodía de la radiación
filtrándose por el tragaluz de la vieja casahuerta
calcinando y bendiciendo poros,
labrando nuevos surcos entre estos
donde cosechar años nuevos
y acaso un cáncer de piel
y un racimo de vid perlado de gusanos
Callar entonces el castañear de los dientes
y los dedos con parkinson
Entregarse incluso ahí
a la contemplación de las motas de polvo muerto
y a las veladas sinfónicas de los corpúsculos nacientes,
devoradores de lo insano.

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Liz R. Matta Durán

Poema sin nombre ni sexo

Porque pude ser macho,
habitanta o habitante de Marte,
planta, o carne inconsciente,
río o vestigio de hueso,
religioso o narcisista impúdico
de las malas artes del exhibicionismo,
me nací de un seno estrecho
para olvidarme de las horas de muerte
me parí yo misma
yo mismo
sin distinción de sexo
O estirpe
Me parí de un solo golpe
Sin masa cerebral
para no sufrirme
Para olvidarme

Los sin nombre

Andaba por la calle R. , y es que había adquirido un amor tan fuerte que  inmediatamente me habían expatriado a la ciudad de los sin nombre, basta decir con esto que ni teníamos autoridades ni gobernantes en esta zona y la pura sobrevivencia era el modo de vida adaptado a fuerza. Solo nos llegaba material en descomposición de la capital y algunos cuantos productos que si por casualidad estaban en buen estado eran objeto de sangrientas peleas entre los demás expatriados.
Caminar por cualquier cuadra era demasiado peligroso y desde siempre había detestado los golpes y por consiguiente cualquier clase de conflicto, es por eso que momentáneamente me había hecho un espacio entre las cajas destrozadas y apestosas de la calle R.
-Eh, tú, ¡que la calle R. es mía!
Unos escuálidos dedos me oprimían sin fuerza el antebrazo, obviamente le habían quitado el chip de género pues no se le distinguía ni mujer ni hombre
-Disculpe, no lo sabía, soy un recién llegado. Pero si me permite quedarme podemos compartir el almohadón - me ofrecí solícito mostrándole la valiosa captura que había hurtado de los basurales.
-Ah, pero qué maravilla- sus dedos llenos de mugre se apresuraron a coger el material. Se lo frotó por la cara como si de seda se tratara.
Acepté el posterior silencio del andrajoso o andrajosa como una bienvenida a compartir el territorio.
Los días consecutivos a este episodio se desarrollaron en una enfermiza rutina que me recordaron a mis buenos tiempos en la capital, aunque claro, si lo pensara más a fondo tendría que aceptar que la única diferencia palpable entre mi existencia anterior y ésta era la limpieza. Habitaciones acondicionadas de acuerdo al cargo de cada sujeto, a la posición jerárquica y al beneficio que pudiera extraer el gobernador de uno.
No es que pasara carencia alguna como para decidir ser parte de los sin nombre, es más poseía un rango de suma importancia, era un político de renombre y prestigio, la mano derecha de Señora O., la gobernadora indiscutible del país puesto que su marido era un enclenque de hábitos sospechosos, tenía una asquerosa afición por los juegos y la estupidez. Se suponía que por eso se había hecho del gobierno, a los ciudadanos les fascinaba las historias truculentas que se publicaban quincenalmente en las revistas y periódicos, además en la etapa de elecciones habían pasado tantas notas de los anteriores romances del actual Gobernador de pacotilla con celebridades del momento, incluso había participado en un reality show televisivo con lo que se ganó la aprobación de la mayor parte del país.
La gobernadora O. fue por supuesto la que se hizo cargo de la gestión y yo me impliqué aun más en el ámbito político ayudándola en todo lo que fuera necesario.
Era respetado y eso me bastaba. Una vez llegué a escupir a uno de los secretarios de Señora O. por contradecirla en un tema bastante superfluo. El desdichado se echó a llorar como un niño.
Cabe recalcar que con el mencionado episodio me gané la total confianza de la Señora O. y pude obtener un cambio de domicilio al prestigioso Distrito Rendición, solo vivía allí la gente más ilustre. Enormes edificios que desafiaban las nubes se alzaban relucientes. Se me asignó en aquel entonces la habitación 90030 que tenía una vista panorámica al mar y asistencia humanoide como correspondía a mi nueva posición de mano derecha de la Gobernadora.
Se me ordenó desde luego un cambio de programación de apariencia física que resultara acorde con los integrantes de la Casa Luminosa, desde donde se emitían los proyectos de ley y demás cuestiones de suma importancia.
Era cuestión de imagen pública que todos los miembros del Estado se sometieran al cambio de apariencia , una medida puesta en práctica desde hacía tres siglos.
El señor Martinez era un claro ejemplo de lo drástico que podía ser el cambio, el había llegado a ser parte de la Casa Luminosa al mismo tiempo que yo, un hombre de descuidados cuarenta y cinco años que se veían reflejados en sus cabellos salpicados de grasientas canas nada favorables. Cuando reapareció, después de la nueva programación, lucía una piel radiante de quinceañero y el pelo negro ondulado y brillante, incluso le habían aumentado la estatura y estilizado las facciones de campechano. Ya no parecía él mismo.
En los días siguientes olvidé su rostro entre cientos de rostros iguales.

La Señora O. era la que usualmente presidía la sala de reuniones de gobernación, nosotros nos sentábamos en un semicírculo en asientos revestidos de cuero negro, solo cuando las cadenas televisivas venían a grabar sus tonterías era cuando Señora O. cedía su puesto para que su marido ejerciera al menos su cargo delante de las cámaras.
De más está decir que ni bien se retiraban los reporteros, abucheabamos al cretino ese, para complacencia de la Señora O. Sentía yo una especie de secreta satisfacción al maltratar al zoquete que se desmoronaba producto del alcohol ingerido. A veces la Gobernadora me dirigía una mirada afectuosa y se me encandilaba la sangre.
Recuerdo claramente que fue un día martes que terminamos la sesión a una hora temprana, los demás integrantes de la bancada del gobierno vigente se retiraban cuando me demoré un poco más de la cuenta ordenando unos documentos en el visor holográfico. La Señora O, tampoco se había retirado aún de la sala, estaba sentada en una postura regia, trataba de ignorarla haciendo acopio de mi más respetuoso silencio cuando se me acercó.
-Señor Rivera, buen cambio el que se ha operado en usted desde la reprogramación- a una distancia no menor de tres palmas me observaba expectante.
-Fue un cambio necesario - dije, medio avergonzado, había supuesto que el arreglo sería innotorio.
-Oh, no se inhiba, todos lo recibimos en algún momento de nuestra vida. Me sorprende que no haya pedido también un cambio en sus genes, está muy de moda desde que se aprobó la norma pro - modificación de genes.
Me sobé incómodo el frondoso cabello color caoba, ahora me arrepentía de haber ocultado mi calvicie con tanto pelo artificial.
-Ehhh... Lo meditaré - farfullé.
-Estupendo. Me supongo entonces que aprueba las modificaciones desde todo punto de vista. Me alegra eso, Señor Rivera, ha probado ser apto para realizar una importantísima misión en pro del Estado.
La Gobernadora O. tomó asiento inmediatamente y encendió el panel holográfico. Una increíble cantidad de palabras extrañas y dibujos de jeringuillas se extendió delante de nosotros.
Estaba realmente sorprendido.
-Primero asegúrese de cerrar la puerta. La conversación que tendremos es de suma relevancia.
Obedecí en el acto y fui a pasarme a su costado.
- Hay un laboratorio no registrado en la clínica B. que queda a cinco cuadras de la avenida Rendición - Me mostró unos planos tridimensionales de la construcción- Como ya sabe , la modificaciones a los genes se aprobó hace unos diez años, antes de mi gobierno.(...)
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Falta continuación.
-Sí, por supuesto, es algo conocido.
-Ahora bien, la parte confidencial del asunto es que desde hace ya más de un siglo hemos estado alterando genes de la población en favor del Estado. Debe saber que todo es a favor del Estado y sus ciudadanos. No puedo revelarle ahora qué tipo de modificación se ha operado en la comunidad punto que sería una violación a la confidencialidad del proyecto, que como ya debe entender , ha servido para obtener una convivencia pacífica a nivel mundial.
-Claro, claro,entiendo...
-Perfecto, entonces pasaré a explicarle su papel en lo que respecta a esta empresa. Hemos detectado éste laboratorio hace unos pocos días

Recomenzar

Matar a las musas,
Matar a los cuentos,
Matar por último al destino,
A aquellos rumiantes de cuatros extremidades,
Matar a todo aquello que represente producto masculino,
Y recomenzar siendo hembra,
Siendo vida,
Muerte,
Planta,
Ciencia,
Progreso...