Caca de paloma




Rompí en una risa extraña, un torrente anormal de agua fangosa prorrumpiendo por mi garganta y ahogando las palabras que había practicado como oración matituna por casi una semana.
Tú te estabas quietecito con los ojos como dos lunares, así de pequeños, clavados al sol
No sabía qué decir, pero estaba segura, segura, de que era casi tan importante como para sacarte del marasmo, de la maldita tranquilidad, maldita sea, no podía mascullar frase alguna y me mordí fuerte, fuerte los labios, para ahogar el lodo que amenazaba con bañar mis dientes.
-Se te quema la chompa- te dije, medio riendo aún, tentando una frase
-Lo sé - tus ojillos brillaban, calmados perforados por el sabiondo carbón amarillo que colgaba de lo celeste.
El parque se llenó de personas apresuradas y resondrantes y niños chillando por doquier.
No movías ni un bendito músculo.
-Maldita sea, maldita sea!
-...
-Te ha cagado la paloma, muévete!
Y la mierda blancuzca te chorreó la mejilla, dibujando formas sobre tu chompa roja de lana.
-Ya...
Unos cuantos niños que jugaban en el subibaja del parque se acercaron, te miraron entre curiosos y desconcertados- el líquido goteó entonces sobre la hierba - el más grande de ellos se agachó y empezó a lamer el contenido viscoso, los otros dos niños se arrodillaron también.
Era demasiado.
Le di una patada leve al chico para que se apartara.
Una señora se acercó presurosa
-¡Pero cómo se atreve a golpear a un pequeño, descarada! ¡Acaso no le han ense...- y la caca de paloma le cayó encima. Oh, demonios, pensé y busqué a la bendita avesucha causante de tanta lluvia de mierda. Pero no, el cielo estaba límpido, de un celeste impoluto.
La señora me miró enfurecida y sacó de su bolso un trozo de papel toalla.
Ahora me va a caer una resondrada de los mil diablos, pensé yo.
-Señora, disculpe, pero no fue mi intención...
-Descarada, ¡desperdiciando, el maná que cae del cielo! ¡Vergüenza debería darle a tu madre!
Y diciendo eso, se pasó el papel toalla por el cabello  capturando la mierda blancuzca y se la llevó a la boca. -¡Una delicia!



Me alejé lo más rápido que pude  del parque, de la gente y de los niños, 
A lo lejos se veía  caer una lluvia de lo más inusual...
 Maldita sea, aun no sabía  que era lo que tenía que haberte dicho.
Bah! Tal vez no importaba, total, nunca me llevé muy bien con las personas.





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Liz del R. Matta Durán




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